lunes, 3 de diciembre de 2018

MARGOT EN EL ESPEJO Y OTRAS HISTORIAS






ALGUIEN QUE BAJA LAS ESCALERAS

Tanta serenidad se veía en las piernas de la mujer bajando las escaleras del edificio. Tanta perfección en los muslos torneados como si alguien los hubiera tallado en fina madera, líneas curvas que alborotaban la respiración con solo oír sus pasos. Una leve penumbra enunciaba aquella visión hasta el talle. Ropas negras y un taconeo sobre baldosas semejaban el poder embriagante del vino. La espié tantas veces hasta que se perdía en la puerta de uno de los apartamentos y otras cuantas esperé con la ansiedad de un enamorado en la penumbra del pasillo semejante a un fantasma. Parecía que mi destino estaba dispuesto desde aquella posición a ver sus dos piernas bajar escaleras, medio ocultas en sus faldas provocadoras y el incesante taconeo en una especie de danza de tambores remotos. Tantas tardes de espera hasta la vez que la seguí hasta la puerta de uno de los apartamentos y me quedé paralizado. Era cierto el comentario de los vecinos del edificio: la otra mitad del cuerpo de la bruja no estaba en casa.



En un sueño me bebí el café de Margot, mientras ella se miraba al espejo con su blanca espalda desnuda frente a mí y su cabello mal recogido en la nuca. Me lo bebí a sorbos cortos. Ella seguía mirándose la cara en el espejo como muda. De pronto alguien abre la puerta en silencio, entra y nos mira. Me da temor su desnudez, me semeja una figura de yeso y trato de cubrirla. El visitante vuelve a salir sin decir nada ni hace ruido.
Ya despiertos, ella me mira con disgusto y no disimula su enojo. Cree que de verdad me tomé su café.


MIMESIS

Estábamos en pleno baile de máscaras cuando ella y yo, por pleno acuerdo decidimos intercambiar nuestros rostros reales.

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